martes, 20 de noviembre de 2018

El apocalipsis albóndiga (The meatball apocalypse) - 3

Redecorando. Día 4 a.C. (Antes de la Croqueta)


SEGUNDA PARTE

    Tras un copioso banquete a base de croquetas caseras, pan de molde y un par de quesitos de "la vaca de que ríe" ─siempre me he preguntado de qué─; todo regado con un buen vaso de lambrusco rosado obtenido en mi reciente botín en el domicilio paterno; empecé por desempaquetar los muebles que, según calibré, tendrían menor dificultad de montaje: Las sillas. Pronto acumulé cartones, plásticos, bolsas con herrajes y varios folletos de instrucciones con un anormalmente risueño señor presentándome a un par de destornilladores. Media hora después tuve las tres sillas blancas perfectamente montadas. ─"Chupado", pensé─. Monté la pequeña mesita en un periquete y luego la mesa de comedor ─todo era blanco; "así se disimula el polvo", decía mi madre─. Bajé los cartones al portal y los dejé apoyados contra una pared sin molestar al paso. Más tarde los sacaría al contenedor si es que no desaparecían antes.


    El escritorio ya parecían palabras mayores: dos paquetes gordos con multitud de herrajes y maderas; ya solo el folleto tenía casi el triple de páginas que el de las sillas y estuve varios minutos dándole vueltas, mientras localizaba las piezas necesarias para empezar, e invocaba al espíritu del presidente de LEGO para que me ayudara. Pronto me empezaron a entrar sudores al descubrir que había montado al revés las guías para el cajón; lo desmonté, lo volví a montar y seguí avanzando con cuidado, paso a paso, maldiciendo en todos ellos al sonriente monigote de las instrucciones. Me faltaba solo montar una puerta para terminar cuando sonó el móvil. Era mi madre de nuevo:
    ─Dime, mamá.
    ─Por qué no coges el teléfono? Llevo casi una hora llamándote, estaba ya preocupadísima, a punto de pedirle a tu padre que me acercara a tu piso para ver si estabas bien ─escupió de un tirón, casi sin tomar aire.
    ─Lo siento, tenía el móvil en silencio y no he escuchado nada. ─Coloqué un momento el modo altavoz y revisé las notificaciones: diez llamadas perdidas. Cierto, había activado el modo "no molestar" durante tres horas. Eran casi las siete.
    ─¿Y por qué lo tenías en silencio?
   ─Estaba montando los muebles que he comprado esta mañana. ¿Por qué no iba a estar bien? ─Volví a pulsar la tecla altavoz y pegué de nuevo el móvil a mi oreja derecha.
    ─Hijo, he acabado mi turno y desde entonces he intentado llamarte. ¿Has visto las noticias?
    ─La verdad es que no.
  ─Mira, creo que algo grave está pasando en Barcelona. Han llegado al menos tres personas infectadas con alguna enfermedad rara, no sé, quizás algo tropical o vete tú a saber.
    >> A las enfermeras nos cuentan lo mínimo, ya sabes cómo son los médicos, pero nosotras también tenemos nuestros contactos y parece que hay más casos en otros centros de la ciudad. En el hospital nos han avisado que quizás tengamos que doblar turno mañana y ya se rumorea que si elevan el grado de alerta sanitaria puede que impongan algún protocolo de seguridad extra.
    ─¿Qué síntomas tienen? ¿Fiebre? ¿Sarpullidos? ─pregunté, pensando quizás en el dengue¹.
    ─Nada de eso hasta donde yo sé. Solo me han dicho que intentan morder al personal y no paran de balbucear cosas sin sentido, como si estuvieran completamente idos.
    De fondo se escuchaba despotricar a mi padre sobre el gobierno y su incapacidad demostrada para gestionar cualquier crisis.
    ─¡Oh, cállate un momento Josep! ─gritó su madre─. No te pongas ahora en plan paranoico.
    Mi padre debió acercarse al teléfono pues ahora le escuché hablar más claro:
    ─No me fio del gobierno María, ¡no, me, fio! ─apostilló palabra por palabra─. En este país las alertas siempre llegan tarde y mal. Recuerda cuando lo del SARS². Estuvimos en Túnez ese verano y pese a que el ministro salió en la tele anunciando a bombo y platillo medidas de control en aeropuertos, al volver aquí pasamos dentro del terminal sin que revisarán nada ni a nadie, mientras que a la ida en Túnez nos habían escaneado con una cámara térmica.
    Aunque en esa época yo solo era un crío lo recordaba porque era una historia que mi padre no se cansaba de explicar una y otra vez.
    ─Y luego incendios, nevadas, inundaciones... ¡de todo hemos vivido en este país de pandereta! ¡Y siempre tarde y mal gestionado! ─volvió a insistir─. Mejor hacemos las maletas y nos largamos al pueblo a pasar una semana y a ver qué pasa.
    ─Josep, no podemos ausentarnos sin más del trabajo ─intentó protestar mi madre, hablando de forma flemática y cariñosa para tratar de calmar el ímpetu desbocado de mi padre.
    ─¡Que les den! Ya llamaremos desde allí para decir que nos encontramos mal o cualquier otra excusa, no te preocupes por eso. ─Al final escuchaba su voz más floja. Supuse que mi madre se había alejado un poco de él o viceversa.
   ─Bueno niño, ya ves cómo está el patio por aquí. Ahora voy a tratar de calmarle un poco ─concluyó mi madre, y en tono preocupado y cariñoso añadió─: Tú ándate con mucho cuidado, por favor.
    ─Tranquila, mamá, en principio ni hoy ni mañana pensaba salir a ningún lado.
    En ese momento se escuchó el "ding dong" del timbre de mi puerta.
   ─Mamá, han llamado a la puerta al timbre. Tengo que ir a ver. Ya me iré informando en las noticias, ¿vale?
    ─Vale cielo, llámame mañana. Te dejo ya tranquilo... voy a ver que está trasteando tu padre ahora. ¡Ay este hombre, cualquier día de estos me da un disgusto serio!
    Colgué, dejé el móvil en mi nueva mesita y fui a abrir la puerta.


¹ El dengue es una infección causada por un virus. Usted puede infectarse si un mosquito infectado lo pica. El dengue no se transmite de persona a persona. Es común en áreas cálidas y húmedas del mundo. Los brotes pueden ocurrir en las épocas de lluvia. Los síntomas incluyen fiebre alta, dolores de cabeza, dolor en las articulaciones y los músculos, vómitos y sarpullido.

² El síndrome respiratorio agudo y grave (SARS, por sus siglas en inglés) es una forma seria de neumonía. Es causada por un virus que se identificó por primera vez en el año 2003. La infección con el virus del SARS provoca una molestia respiratoria aguda (dificultad respiratoria intensa) y, algunas veces, la muerte.

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